El Rincón de Poe


--Vida, cuentos y poemas de Edgar Allan Poe.


El objetivo de esta pagina es mostrar la mayor cantidad de obras provenientes del gran maestro Edgar Allan Poe, si tienes un cuento o algún poema que no aparezca aquí les agradecería mucho que lo compartieran para expandir el blog lo mas posible.
¡Gracias!

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sábado, 25 de junio de 2011

Poemas, Vol.1

  A ...

Las enramadas donde veo
en sueños, las más variadas
aves cantoras, son labios y son
tus musicales palabras susurradas.

Tus ojos, entronizados en el cielo,
caen al fin desesperadamente
¡oh Dios!, en mi funérea mente
como luz de estrellas sobre un velo.

Oh, tu corazón... suspiro al despertar
y duermo para soñar hasta que raya el día
en la verdad que el oro jamás podrá comprar
y en las bagatelas que sí podría.



A Elena
 
Te vi a punto.
Era una noche de julio,
noche tibia y perfumada,
noche diáfana...
De la luna plena límpida,
límpida como tu alma,
descendían
sobre el parque adormecido
gráciles velos de plata.
Ni una ráfaga
el infinito silencio
y la quietud perturbaban
en el parque...
Evaporaban las rosas
los perfumes de sus almas
para que los recogieras
en aquella noche mágica;
para que tú los gozases
su último aliento exhalaban
como en una muerte dulce,
como en una muerte lánguida,
y era una selva encantada,
y era una noche divina
llena de místicos sueños
y claridades fantásticas.
Toda de blanco vestida,
toda blanca,
sobre un ramo de violetas
reclinada
te veía
y a las rosas moribundas
y a ti, una luz tenue y diáfana
muy suavemente
alumbraba,
luz de perla diluida
en un éter de suspiros
y de evaporadas lágrimas.
¿Qué hado extraño
(¿fue ventura? ¿fue desgracia?)
me condujo aquella noche
hasta el parque de las rosas
que exhalaban
los suspiros perfumados
de sus almas?
Ni una hoja
susurraba;
no se oía
una pisada;
todo mudo,
todo en sueños,
menos tú y yo
-¡cuál me agito
al unir las dos palabras! --
menos tú y yo...De repente
todo cambia.
¡Oh, el parque de los misterios!
¡Oh, la región encantada!
Todo, todo,
todo cambia.
De la luna la luz límpida
la luz de perla se apaga.
El perfume de las rosas
muere en las dormidas auras.
Los senderos se oscurecen.
Expiran las violas castas.
Menos tú y yo, todo huye,
todo muere,
todo pasa...
Todo se apaga y extingue
menos tus hondas miradas.
¡Tus dos ojos donde arde tu alma!
Y sólo veo entre sombras
aquellos ojos brillantes,
¡oh mi amada! Todo, todo,
todo cambia.

De la luna la luz límpida
la luz de perla se apaga.
El perfume de las rosas
muere en las dormidas auras.
Los senderos se oscurecen.
Expiran las violas castas.
Menos tú y yo, todo huye,
todo muere,
todo pasa...

Todo se apaga y extingue
menos tus hondas miradas.
¡Tus dos ojos donde arde tu alma!
Y sólo veo entre sombras
aquellos ojos brillantes,
¡oh mi amada!
¿Qué tristezas irreales,
qué tristezas extrahumanas!
La luz tibia de esos ojos
leyendas de amor relata.
¡Qué misteriosos dolores,
qué sublimes esperanzas,
qué mudas renunciaciones
expresan aquellos ojos
que en la sombra
fijan en mí su mirada!
Noche oscura. Ya Diana
entre turbios nubarrones,
lentamente,
hundió la faz plateada,
y tú sola
en medio de la avenida,
te deslizas
irreal, mística y blanca,
te deslizas y te alejas incorpórea
cual fantasma...
Sólo flotan tus miradas.
¡Sólo tus ojos perennes,
tus ojos de honda mirada
fijos quedan en mi alma!
A través de los espacios y los tiempos,
marcan,
marcan mi sendero
y no me dejan
cual me dejó la esperanza...
Van siguiéndome, siguiéndome
como dos estrellas cándidas;
cual fijas estrellas dobles
en los cielos apareadas
en la noche solitaria.
Ellos solos purifican
mi alma toda con sus rayos
y mi corazón abrasan,
y me prosterno ante ellos
con adoración extática,
y en el día
no se ocultan
cual se ocultó mi esperanza.
De todas partes me siguen
mirándome fijamente
con sus místicas miradas....
Misteriosas, divinales
me persiguen sus miradas
como dos estrellas fijas...
como dos estrellas tristes,
¡como dos estrellas blancas!


 Amigos que por siempre nos dejaron...
 
Amigos que por siempre
nos dejaron,

caros amigos para siempre idos,
fuera del Tiempo
y  fuera del Espacio!

Para el alma nutrida de pesares,
para el transido corazón, acaso".


Annabel Lee

Fue hace muchos y muchos años,
En un reino junto al mar,
Habitó una señorita a quien puedes conocer
Por el nombre de Annabel Lee;
Y esta señorita no vivía con otro pensamiento
Que amar y ser amada por mí.
Yo era un niño y ella era una niña
En este reino junto al mar
Pero nos amábamos con un amor que era más que amor
—yo y mi Annabel Lee—
Con un amor que los ángeles sublimes del Paraíso
Nos envidiaban a ella y a mí.
Y esa fue la razón que, hace muchos años,
En este reino junto al mar,
Un viento partió de una oscura nube aquella noche
Helando a mi Annabel Lee;
Así que su noble parentela vinieron
Y me la arrebataron,
Para silenciarla en una tumba
En este reino junto al mar.
Los ángeles, que no eran siquiera medio felices en el Paraíso,
Nos cogieron envidia a ella y a mí:
—Sí! , esa fue la razón (como todos los hombres saben)
En este reino junto al mar)
Que el viento salió de una nube, helando
Y matando mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era más fuerte que el amor
De aquellos que eran mayores que nosotros—
De muchos más sabios que nosotros—
Y ni los ángeles en el Paraíso encima
Ni los demonios debajo del mar
Separarán jamás mi alma del alma
De la hermosa Annabel Lee:-
Porque la luna no luce sin traerme sueños
De la hermosa Annabel Lee;
Ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes
De la hermosa Annabel Lee;
Y así paso la noche acostado al lado
De mi querida, mi querida, mi vida, mi novia,
En su sepulcro junto al mar,
En su tumba a orillas del mar.


Balada nupcial

En mi dedo el anillo,
la guirnalda nupcial mi sien decora;
de sedas y diamantes busco el brillo,
y soy feliz ahora.
Y mi señor me brinda amor seguro;
pero al decirme ayer cuánto me adora,
tembló mi corazón, como al conjuro,
de "quien cayó en la guerra", al pie del muro,
y que es feliz ahora.
Pero él tranquilizóme, y en mi frente
besó la palidez que le enamora.
Y he aquí que en un ensueño, vi presente,
al muerto D'Elormy: -suyo, en mi frente,
fue el beso; y suspiré ( ¡cuán dulcemente! ):
"-¡Ah, soy feliz ahora!"
Y si pude otorgar palabra nueva,
así el voto juré, y aunque traidora,
y aunque un luto de amor el alma lleva,
ved brillar ese anillo que "me prueba"
que soy feliz ahora.
¡Ah! ilumíneme Dios aquel pasado,
pues si sueña o no sueña el alma ignora,
y el corazón se oprime, y conturbado
pregúntase, oh Señor, si el "Olvidado"
será feliz ahora!

 ¿Deseas que te amen?

¿Deseas que te amen? No pierdas, pues,
el rumbo de tu corazón.
Sólo aquello que eres has de ser
y aquello que no eres, no.
Así, en el mundo, tu modo sutil,
tu gracia, tu bellísimo ser,
serán objeto de elogio sin fin
y el amor... un sencillo deber.


El valle de la inquietud

HUBO aquí un valle antaño, callado y sonriente,
donde nadie habitaba:
partiéronse las gentes a la guerra,
dejando a los luceros, de ojos dulces,
que velaran, de noche, desde azuladas torres,
las flores, y en el centro del valle, cada día,
la roja luz del sol se posaba, indolente.
Mas ya quien lo visite advertiría
la inquietud de ese valle melancólico.
No hay en él nada quieto,
sino el aire, que ampara
aquella soledad de maravilla.
¡Ah! Ningún viento mece aquellos árboles,
que palpitan al modo de los helados mares
en torno de las Hébridas brumosas.
¡Ah! Ningún viento arrastra aquellas nubes,
que crujen levemente por el cielo intranquilo,
turbadas desde el alba hasta la noche,
sobre las violetas que allí yacen,
como ojos humanos de mil suertes,
sobre ondulantes lirios,
que lloran en las tumbas ignoradas.
Ondulan, y de sus fragantes cimas
cae eterno rocío, gota a gota.
Lloran, y por sus tallos delicados,
como aljófar, van lágrimas perennes.


 
La durmiente

Era la medianoche, en junio, tibia, bruna.
Yo estaba bajo un rayo de la mística luna,
Que de su blanco disco como un encantamiento
Vertía sobre el valle un vapor soñoliento.
Dormitaba en las tumbas el romero fragante,
Y al lago se inclinaba el lirio agonizante,
Y envueltas en la niebla en el ropaje acuoso,
Las ruinas descansaban en vetusto reposo.
¡Mirad! También el lago semejante al Leteo,
Dormita entre las sombras con lento cabeceo,
Y del sopor consciente despertarse no quiere
Para el mundo que en torno lánguidamente muere

Duerme toda belleza y ved dónde reposa
Irene, dulcemente, en calma deleitosa.
Con la ventana abierta a los cielos serenos,
De claros luminares y de misterios llenos.
¡Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?
¿Por qué está tu ventana, así, en la noche abierta?
Los aires juguetones desde el bosque frondoso,
Risueños y lascivos en tropel rumoroso
Inundan tu aposento y agitan la cortina
Del lecho en que tu hermosa cabeza se reclina,
Sobre los bellos ojos de copiosas pestañas,
Tras los que el alma duerme en regiones extrañas,
Como fantasmas tétricos, por el sueño y los muros
Se deslizan las sombras de perfiles oscuros.

Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?
¿Cuál es, di, de tu ensueño el poderoso encanto?
Debes de haber venido de los lejanos mares
A este jardín hermoso de troncos seculares.
Extraños son, mujer, tu palidez, tu traje,
Y de tus largas trenzas el flotante homenaje;
Pero aún es más extraño el silencio solemne
En que envuelves tu sueño misterioso y perenne.
La dama gentil duerme. ¡Que duerman para el mundo!
Todo lo que es eterno tiene que ser profundo.
El cielo lo ha amparado bajo su dulce manto,
Trocando este aposento por otro que es más santo,
Y por otro más triste, el lecho en que reposa.

Yo le ruego al Señor, que con mano piadosa,
La deje descansar con sueño no turbado,
Mientras que los difuntos desfilan por su lado.
Ella duerme, amor mío. ¡Oh!, mi alma le desea
Que así como es eterno, profundo el sueño sea;
Que los viles gusanos se arrastren suavemente
En torno de sus manos y en torno de su frente;
Que en la lejana selva, sombría y centenaria,
Le alcen una alta tumba tranquila y solitaria
Donde flotan al viento, altivos y triunfales,
De su ilustre familia los paños funerales;
Una lejana tumba, a cuya puerta fuerte
Piedras tiró, de niña, sin temor a la muerte,
Y a cuyo duro bronce no arrancará más sones,
Ni los fúnebres ecos de tan tristes mansiones
¡Qué triste imaginarse pobre hija del pecado.
Que el sonido fatídico a la puerta arrancado,
Y que quizá con gozo resonara en tu oído,
de la muerte terrífica era el triste gemido!


Las campanas
I
¡Escuchad el tintineo!
!La sonata
Del trineo
Con cascabeles de plata!
¡Qué alegría tan jocunda nos inunda al escuchar
la errabunda melodía de su agudo tintinear!
¡Es como una epifanía,
En la ruda racha fría,
la ligera melodía!
¡Cómo fulgen los luceros!
-¡Verdaderos Reverberos !-
Con idéntica armonía
A la clara melodía
Cintilando, cintilando, cintilando,
¡Cómo los cascabeles
van sonando!
Y en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Los luceros siguen fieles
Cascabeles, cascabeles, cascabeles
El son de los cascabeles,
Cascabeles, cascabeles, cascabeles
Cascabeles,
¡El son grato, que a rebato, surge en los cascabeles!

II
Escuchar el almo coro
Sonoro
Que hacen las campanas todas:
¡Son las campanadas de oro
De las bodas!
¡Oh, qué dicha tan profunda nos inunda al escuchar
La errabunda melodía de su claro repicar!
¡Cómo revuela al desgaire
Esta música en el aire!
¡Cómo a su feliz murmullo
Sonoro,
Con sus claras notas de oro,
Se aúna la tórtola con su arrullo,
Bajo la luz de la luna!
¡Qué armonía
Se vacía
De la alegre sinfonía
De este día!
¡Cómo brota
Cada nota!:
Fervorosamente, dice
la felicidad remota
Que predice.
Y a la voz de una campana, siguen las de sus hermanas
Las campanas,
Las campanas, las campanas, las campanas, las campanas,
las campanas, las campanas, las campanas,
En sonoro ritmo de oro, de almo coro, ¡las campanas!

III
¡Oíd cual suena el bordón!:
el bordón
De son bronco
Que pone en el corazón
El espanto con su son,
Con su son de bronce, ronco.
¡que tristeza tan profunda nos apresa al escuchar
Cómo reza, gemebunda, la fiereza del llamar!
Cómo su son taciturno,
En el silencio nocturno
Es grito desesperado
Que no es casi pronunciado
¡De aterrado!
Grito de espanto ante el fuego
Y agudo alarido luego,
Es un clamor que se extiende,
Que el espacio ronco, hiende
Y que llama;
Que defiende.

Y que clama, clama, clama,
Que clama pidiendo auxilio
En tanto que ve el exilio
De aquellos que el fuego, ciego y arrollador, empobrece
Y el fuego que ataca y crece,
Mientras se oye el ronco son,
El somatén del bordón,
Del bordón, bordón, bordón
¡Del bordón!
¡Cómo el alma se desgarra
Cuando el son del bordón narra
La aflicción
¡De aquellos que arruina el fuego!
Y, cómo nos dice luego
Los progresos que hace el fuego
-Que va a tientas como ciego-
El somatén del bordón,
¡Que es toda una narración!
¡Oh, la tempestad de ira
En la que el bordón delira
Y en que convulso, delira!
El alma escucha anhelante
la queja que da el bordón
Con su son;
El bordón que da su son,
El bordón, bordón, bordón,
¡El bordón!
Que es toda una narración el somatén del bordón
Del bordón, del bordón, del bordón
Del bordón, del bordón, del bordón
¡Del bordón!
El grito ante el infinito, cual proscrito, ¡del bordón!

IV
¡Escuchad cómo la esquila,
Cómo el esquilón de hierro,
Llama con voz que vacila,
Al entierro!
Qué meditación profunda nos inunda al escuchar
la errabunda y gemebunda melodía del sonar
¡Cómo llena de pavura
Su son en la noche obscura!
¡Cómo un estremecimiento
Nos recorre el pensamiento
que provoca su lamento!
Cuando sueña
La grave esquila de hierro, con su lúgubre toquido,
Con su lúgubre toquido que la medianoche llena.
¡Es que las almas en pena
Se han reunido!
¡Oh, la danza
Al son que toda la esquila,
En una noche intranquila,
Su tijera de luz lila,
Tocando en visión del Juicio la noche sin esperanza!

Entonces, ya no vacila
La grave voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
de la esquila, de la esquila,
Sino que suena furiosa,
Con su voz cavernosa,
Y, en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Algún ronco rayo truena
Y se alumbra con relámpagos la noche sin esperanza,
Mientras las almas en pena
Giran, giran su danza
Bajo la triste luz lila.
Y en tanto se oye la grave, la grave voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila, de la esquila,
Y en el mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Mientras se oye, la triste, la triste voz
De la esquila,
De la esquila,
Furibundo rayo truena,
El relámpago cintila.

Y los espectros en pena
Danzan al son de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
de la esquila, de la esquila,
Y en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Danzan al son de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
de la esquila, de la esquila, de la esquila,
¡De la esquila!
Y mientras que el rayo truena,
Que el relámpago cintila
Y que con furor terrible, danzan las almas en pena,
Se oye la voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
De la esquila, de la esquila,a
la voz de cuento lamento ¡de la esquila!


 Lucero vespertino

Ocurrió una medianoche
a mediados de verano;
lucían pálidas estrellas
tras el potente halo
de una luna clara y fría
que iluminaba las olas
rodeada de planetas,
esclavos de su señora.
Detuve mi mirada
en su sonrisa helada
-demasiado helada para mí-;
una nube le puso un velo
de lanudo terciopelo
y entonces me fijé en ti.
Lucero orgulloso,
remoto, glorioso,
yo siempre tu brillo preferí;
pues mi alma jalea
la orgullosa tarea
que cumples de la noche a la mañana,
y admiro más, desde luego,
tu lejanísimo fuego
que esa otra luz, más fría, más cercana.


País de hadas

 
VALLES de sombra y aguas apagadas
y bosques como nubes,
que ocultan su contorno
en un fluir de lágrimas.
Allí crecen y menguan unas enormes lunas,
una vez y otra vez, a cada instante,
en canto que la noche se desliza,
y avanzan siempre, inquietas,
y apagan el temblor de los luceros
con el aliento de su rostro blanco.
Cuando el reloj lunar señala medianoche,
una luna más fina y transparente
desciende, poco a poco,
con el centro en la cumbre
de una sierra elevada,
y de su vasto disco
se deslizan los velos dulcemente
sobre aldeas y estancias,
por doquier; sobre extrañas
florestas, sobre el mar
y sobre los espíritus que vuelan
y las cosas dormidas:
y todo lo sepultan
en un gran laberinto luminoso.
¡Ah, entonces! ¡Qué profunda
es la pasión que ponen en su sueño!
Despiertan con el día,
y sus lienzos de luna
se ciernen ya en el cielo,
con inquietas borrascas,
y a todo se parecen: más que nada
semejan un albatros amarillo.
Y aquella luna no les sirve nunca
para lo mismo: en tienda
se trocará otra vez, extravagante.
Pero ya sus pedazos pequeñitos
se tornan leve lluvia,
y aquellas mariposas de la Tierra
que vuelan, afanosas del celaje,
y bajan nuevamente,
sin contentarse nunca,
nos traen una muestra,
prendida de sus alas temblorosas.


Soneto a la ciencia

¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?

¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?

¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?

¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?


3 comentarios:

  1. Me encanta. Muchas gracias por tan maravilloso blog. Edgar Allan Poe en verdad fue un genio, lo admiro mucho y me identifico con ese escritor.
    Gracias por subir sus fantásticas obras.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Me encanta este blog, tal vez se enriquecería más si incluyeras un apartado con imágenes de lxs distintos diseñadores o dibujantes que se han inspirado en las obras del gran Poe como es el caso de Benjamin Lacombe, entre muchxs otrxs.
    Buen trabajo, saludos

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